ROMANTIC AND CHIC: AUDREY HEPBURN, ahora y siempre...

El pasado 20 de enero se cumplieron 20 años desde que se apagó la luz de esta bella dama del cine.

Parece mentira que alguien, que se ha convertido en todo un ícono de estilo, fuera una persona que no le daba importancia a su look y que se consideraba larguirucha y desgarbada.

Hace años leí su biografía y descubrí una mujer que si ya era bella por fuera, tenía una personalidad increíble.

Nació un 4 de mayo en Bruselas. Hija de un banquero y una aristócrata holandesa. Sus padres se divorciaron en 1935 y vivió la ocupación nazi entre Holanda y Bélgica. Uno de sus hermanos fue mandado a un campo de concentración y otro se perdió luchando en la guerra. Conoció el hambre y el miedo y ayudó a la resistencia holandesa con sus primeros sueldos. Esa infancia la marcó para el resto de su vida. Una anécdota es que siempre quería chocolate en los rodajes porque era uno de los placeres que más había extrañado en esa época.

Conoció el éxito de Hollywood, la adoración de la gente y de la prensa del momento pero lo que más sintió en su vida fue la necesidad de dar amor y su gran sueño de ser madre.

A lo largo de su carrera rodó más de 20 películas, entre ellas grandes clásicos del cine como: Sabrina, Cómo robar un millón, My Fair Lady, Desayuno con diamantes, Charada, La Calumnia, Robin y Marian. Su último trabajo en el cine fue en 1989, con Steven Spielberg, en la película Always.

Aunque la película que más la marcó y la que ella consideraba que era su mejor interpretación fue Historia de una Monja. Narraba la vida real de una monja voluntaria en África. A partir de ese rodaje se se dedicó a ayudar y colaborar con la pobreza del mundo. Todo lo que ganó con sus últimas películas lo donó a causas humanitarias.

Los últimos años de su vida los dedicó a luchar contra el hambre y el sida infantil siendo embajadora de UNICEF.